Unas lluvias menos abundantes de lo habitual, idealmente distribuidas durante el ciclo vegetativo y la temperatura media más alta registrada en los últimos 10 años han sido elementos determinantes que han marcado el estilo muy mediterráneo de la cosecha de 2017.
Así, esta añada se expresa con generosidad, potencia, pero, sobre todo, con matices aterciopelados y sedosos.
Encontramos una identidad chilena muy marcada, en especial, en la expresión de la nota afrutada, que, asociada a unos pasos por boca concentrados, confiere complejidad, riqueza y refleja toda la personalidad de los terruños. 2017, una añada con un excelente potencial de guarda.
La cosecha fue temprana, comenzando el 23 de febrero para las uvas blancas Villavicencio y terminando el 10 de mayo para las uvas Carmenere. En la bodega Maipo, las uvas llegaron del 26 de marzo al 17 de mayo. De acuerdo con el promedio, las uvas fueron cosechadas de 10 a 15 días más tarde que para la cosecha de 2017. El período de temperaturas relativamente bajas durante el final del proceso de maduración, de diciembre a febrero, fue decisivo. Como resultado, las uvas maduraron de una forma más lenta, lo que les permitió preservar una frescura aromática que a veces es difícil de lograr en Chile.
Después, se vivió un periodo de buen tiempo excepcional que llevó a las uvas a una madurez fenólica óptima y anunció el comienzo de la cosecha.
En este punto, 2018 es una cosecha muy prometedora, que combina buena concentración y una fruta potente y expresiva.
¡La potencia de los vinos del Nuevo Mundo combinada con el refinamiento de los vinos del Viejo Mundo!
Una pluviometría por encima de la media con una repartición poco habitual durante el periodo otoñal impactó esta añada. Esto confirió también un toque oceánico poco frecuente.
La cosecha resultó ser muy «técnica». Aunque la gran mayoría del ciclo vegetativo de la vid haya gozado de condiciones climáticas óptimas, los principales motivos de este éxito han sido las cualidades del viticultor y el savoir- faire de Baron Philippe de Rothschild Maipo Chile.
Esto nos permite concluir diciendo que esta añada 2016, «El Niño», formará parte de las añadas particulares, atípicas, debido a una distribución pluviométrica excepcional. Permitió conservar una expresión fresca de la fruta y una cierta elegancia a veces difícil de obtener en los países del nuevo Mundo.
La cosecha fue temprana, comenzando el 23 de febrero para las uvas blancas Villavicencio y terminando el 10 de mayo para las uvas Carmenere. En la bodega Maipo, las uvas llegaron del 26 de marzo al 17 de mayo. De acuerdo con el promedio, las uvas fueron cosechadas de 10 a 15 días más tarde que para la cosecha de 2017. El período de temperaturas relativamente bajas durante el final del proceso de maduración, de diciembre a febrero, fue decisivo. Como resultado, las uvas maduraron de una forma más lenta, lo que les permitió preservar una frescura aromática que a veces es difícil de lograr en Chile.
Después, se vivió un periodo de buen tiempo excepcional que llevó a las uvas a una madurez fenólica óptima y anunció el comienzo de la cosecha.
En este punto, 2018 es una cosecha muy prometedora, que combina buena concentración y una fruta potente y expresiva.
¡La potencia de los vinos del Nuevo Mundo combinada con el refinamiento de los vinos del Viejo Mundo!
Una pluviometría por encima de la media con una repartición poco habitual durante el periodo otoñal impactó esta añada. Esto confirió también un toque oceánico poco frecuente.
La cosecha resultó ser muy «técnica». Aunque la gran mayoría del ciclo vegetativo de la vid haya gozado de condiciones climáticas óptimas, los principales motivos de este éxito han sido las cualidades del viticultor y el savoir- faire de Baron Philippe de Rothschild Maipo Chile.
Esta cosecha se define entonces con una gran diversidad de expresión según las cepas y el terruño, conservando siempre equilibrio, frescura y elegancia.
Esto nos permite concluir diciendo que esta añada 2016, «El Niño», formará parte de las añadas particulares, atípicas, debido a una distribución pluviométrica excepcional. Permitió conservar una expresión fresca de la fruta y una cierta elegancia a veces difícil de obtener en los países del nuevo Mundo.
La cosecha fue temprana, comenzando el 23 de febrero para las uvas blancas Villavicencio y terminando el 10 de mayo para las uvas Carmenere. En la bodega Maipo, las uvas llegaron del 26 de marzo al 17 de mayo. De acuerdo con el promedio, las uvas fueron cosechadas de 10 a 15 días más tarde que para la cosecha de 2017. El período de temperaturas relativamente bajas durante el final del proceso de maduración, de diciembre a febrero, fue decisivo. Como resultado, las uvas maduraron de una forma más lenta, lo que les permitió preservar una frescura aromática que a veces es difícil de lograr en Chile.
Después, se vivió un periodo de buen tiempo excepcional que llevó a las uvas a una madurez fenólica óptima y anunció el comienzo de la cosecha.
En este punto, 2018 es una cosecha muy prometedora, que combina buena concentración y una fruta potente y expresiva.
¡La potencia de los vinos del Nuevo Mundo combinada con el refinamiento de los vinos del Viejo Mundo!
Una pluviometría por encima de la media con una repartición poco habitual durante el periodo otoñal impactó esta añada. Esto confirió también un toque oceánico poco frecuente.
La cosecha resultó ser muy «técnica». Aunque la gran mayoría del ciclo vegetativo de la vid haya gozado de condiciones climáticas óptimas, los principales motivos de este éxito han sido las cualidades del viticultor y el savoir- faire de Baron Philippe de Rothschild Maipo Chile.
Esto nos permite concluir diciendo que esta añada 2016, «El Niño», formará parte de las añadas particulares, atípicas, debido a una distribución pluviométrica excepcional. Permitió conservar una expresión fresca de la fruta y una cierta elegancia a veces difícil de obtener en los países del nuevo Mundo.
La cosecha fue temprana, comenzando el 23 de febrero para las uvas blancas Villavicencio y terminando el 10 de mayo para las uvas Carmenere. En la bodega Maipo, las uvas llegaron del 26 de marzo al 17 de mayo. De acuerdo con el promedio, las uvas fueron cosechadas de 10 a 15 días más tarde que para la cosecha de 2017. El período de temperaturas relativamente bajas durante el final del proceso de maduración, de diciembre a febrero, fue decisivo. Como resultado, las uvas maduraron de una forma más lenta, lo que les permitió preservar una frescura aromática que a veces es difícil de lograr en Chile. Después, se vivió un periodo de buen tiempo excepcional que llevó a las uvas a una madurez fenólica óptima y anunció el comienzo de la cosecha.
En este punto, 2018 es una cosecha muy prometedora, que combina buena concentración y una fruta potente y expresiva.
¡La potencia de los vinos del Nuevo Mundo combinada con el refinamiento de los vinos del Viejo Mundo!
La cosecha fue temprana, comenzando el 23 de febrero para las uvas blancas Villavicencio y terminando el 10 de mayo para las uvas Carmenere. En la bodega Maipo, las uvas llegaron del 26 de marzo al 17 de mayo. De acuerdo con el promedio, las uvas fueron cosechadas de 10 a 15 días más tarde que para la cosecha de 2017. El período de temperaturas relativamente bajas durante el final del proceso de maduración, de diciembre a febrero, fue decisivo. Como resultado, las uvas maduraron de una forma más lenta, lo que les permitió preservar una frescura aromática que a veces es difícil de lograr en Chile.
Después, se vivió un periodo de buen tiempo excepcional que llevó a las uvas a una madurez fenólica óptima y anunció el comienzo de la cosecha.
En este punto, 2018 es una cosecha muy prometedora, que combina buena concentración y una fruta potente y expresiva.
¡La potencia de los vinos del Nuevo Mundo combinada con el refinamiento de los vinos del Viejo Mundo!
La cosecha fue temprana, comenzando el 23 de febrero para las uvas blancas Villavicencio y terminando el 10 de mayo para las uvas Carmenere. En la bodega Maipo, las uvas llegaron del 26 de marzo al 17 de mayo. De acuerdo con el promedio, las uvas fueron cosechadas de 10 a 15 días más tarde que para la cosecha de 2017. El período de temperaturas relativamente bajas durante el final del proceso de maduración, de diciembre a febrero, fue decisivo. Como resultado, las uvas maduraron de una forma más lenta, lo que les permitió preservar una frescura aromática que a veces es difícil de lograr en Chile.
Después, se vivió un periodo de buen tiempo excepcional que llevó a las uvas a una madurez fenólica óptima y anunció el comienzo de la cosecha.
En este punto, 2018 es una cosecha muy prometedora, que combina buena concentración y una fruta potente y expresiva.
¡La potencia de los vinos del Nuevo Mundo combinada con el refinamiento de los vinos del Viejo Mundo!